Se denomina retinopatía hipertensiva al conjunto de alteraciones que tienen lugar en la retina en relación con la hipertensión arterial. El incremento de la tensión arterial produce alteraciones de los vasos sanguíneos. En la retina existen multitud de arterias y venas que recorren su superficie, siendo las encargadas de llevar oxígeno y nutrientes a las células de la retina. Cuando la tensión arterial aumenta, los vasos sufren un incremento de presión que va a provocar una serie de alteraciones en ellos y en los tejidos que los rodean. En primer lugar, sufren un aumento de la permeabilidad que va a provocar la salida de líquido y sustancias del plasma hacia la retina. Por otro lado, algunos vasos sufren una importante contracción, disminuyendo el flujo sanguíneo hacia algunas regiones de la retina que quedan dañadas por la falta de irrigación. En esta situación pueden producirse también hemorragias debidas al daño sufrido por los vasos. La salida de líquido procedente de estos puede dar lugar finalmente a edema de la retina.
En los casos en que existe hipertensión grave, puede afectarse también la coroides, capa que rodea la retina, dando lugar a la llamada coroidopatía hipertensiva. Cuando la enfermedad está avanzada afecta el nervio óptico, estructura que manda los impulsos nerviosos al cerebro.
La mayor parte de los pacientes con retinopatía hipertensiva permanecen sin síntomas durante mucho tiempo, en estados avanzados puede aparecer visión borrosa o disminución de la agudeza visual y en algunos casos puede existir una pérdida significativa de la visión, sobre todo en aquellos asociados a otras patologías como la diabetes o la arteriosclerosis.
La importancia del examen del fondo de ojo en los pacientes hipertensos reside fundamentalmente en la asociación que existe entre la intensidad de los cambios apreciados en la retina y la evolución de la hipertensión arterial. Esto permite estimar la gravedad de los cambios acontecidos en otros órganos a consecuencia de la hipertensión y establecer los ajustes necesarios en el tratamiento de la enfermedad.
En todos los pacientes con hipertensión arterial, se recomienda asistir anualmente a un examen oftalmológico en el que se tomen fotos de la retina y hacer seguimiento de la evolución del paciente. En algunos casos puede resultar de utilidad la toma de una angiografía para identificar pequeños cambios que no pueden ser evaluados por otros métodos.
Información suministrada por el Doctor Francisco Rangel Rueda, Médico Cirujano y Oftalmólogo - Alta Visión
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